Planificación y evaluación
De improvisar cada curso a tener un plan estratégico con rendición de cuentas.
La representación estudiantil no se mueve ya solo “a golpe de urgencia”. Existe un
Plan Estratégico escrito y una cultura clara de explicar qué se hace, por qué
y con qué resultados.
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Aprobación de un Plan Estratégico de 45 páginas con cuatro pilares: tejido
representativo, comunicación, posicionamientos y alineación con la estrategia UO.
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Definición de principios institucionales y listado de objetivos verificables
para todo el mandato.
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Firma de un acuerdo estable con la Defensoría Universitaria (29/03/2023) con
intercambio periódico de información.
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Asunción explícita de la obligación de rendir cuentas al estudiantado mediante
informes detallados y públicos.
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Revisión crítica del propio Plan: identificación de incumplimientos y corrección de la
hoja de ruta en marcha.
Plan de participación
De “participar es ir a una reunión” a un Plan de Participación Estudiantil aprobado.
La participación deja de ser solo buena voluntad y pasa a estar recogida en un
plan institucional, con compromisos concretos que se pueden exigir.
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Aprobación en Consejo de Gobierno del Primer Plan de Participación Estudiantil,
que convierte la participación en política universitaria explícita.
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Edición y maquetación del plan en formato libro, disponible en web y repartido en
papel a centros y unidades.
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Firma de un acuerdo de 10 compromisos con el Rector que aterriza el plan en
medidas concretas.
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Compromiso de trabajar conjuntamente la revisión de ayudas, servicios y modelo
de comunicación hacia el estudiantado.
Acuerdos con Rectorado
De peticiones sueltas a un pacto escrito de 10 compromisos clave.
En lugar de negociar caso a caso, se ha logrado un marco estable de acuerdos que
fija por escrito prioridades y responsabilidades compartidas.
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Presencia permanente de la representación estudiantil en la Comisión de
Coordinación con Centros, Institutos y Departamentos.
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Compromiso de diseñar conjuntamente el nuevo sistema de elección de grupos
docentes y la reforma del Reglamento de Evaluación.
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Participación en las propuestas de mejora de las webs de centro y de los
canales informativos hacia el alumnado.
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Rediseño compartido de CIVE y del Pasaporte Digital para que sean
herramientas útiles y no trámites más.
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Revisión pactada del Reglamento de la Mesa del Estudiantado y de las
convocatorias de ayudas y servicios vinculados al estudiantado.
Mesa del Estudiantado
De quejas sueltas a 1.874 consultas tratadas con datos y seguimiento.
Las dudas y problemas del día a día ya no se pierden en correos aislados: se recogen,
se analizan y se convierten en sugerencias concretas que la Universidad se ha
comprometido a seguir.
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Presentación de un Informe de consultas 2023–24 con 1.874 casos
(un 317 % más que el curso anterior).
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Identificación de que el 26 % de los problemas son de tipo informático y
el resto se reparte entre elección de grupos, falta de profesorado, exámenes, etc.
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Elaboración de más de veinte propuestas de mejora en matrícula, grupos,
comunicación, orientación académica y tramitación de becas.
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Acuerdo para que el Vicerrector de Estudiantes sea la persona responsable del
seguimiento de estas sugerencias.
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Fijación conjunta de un acuerdo de objetivos concretos entre Rectorado y
representación estudiantil a partir de dicho informe.
Delegaciones y campus
De centros sin voz a delegaciones activas y Consejos de Campus con estudiantes.
La representación deja de concentrarse solo en unos pocos centros. Se extiende una
red de delegaciones y Consejos de Campus donde el estudiantado tiene presencia
reconocida.
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Impulso de un nuevo Reglamento de Delegados/as acompañado de una campaña
coordinada de elección de delegados de grupo y curso.
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Reactivación de delegaciones donde prácticamente no había estructura organizada
(por ejemplo, EPI, Jovellanos, Mieres...).
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Seguimiento de los centros que siguen sin delegados para identificar apoyos y
barreras específicas.
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Reactivación de los Consejos de Campus, con exigencia de que no se celebren
sin voz estudiantil.
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Asistencia sistemática a las reuniones semestrales de campus en Oviedo, Gijón
y Mieres para trasladar problemas de transporte, espacios y servicios.
Red representativa
De un mapa borroso a una red digital de delegaciones clara y actualizada.
Para participar hace falta saber quién representa a quién. Hoy esa red está
localizada, digitalizada y conectada.
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Creación y ordenación de correos institucionales para delegaciones y órganos
representativos.
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Activación de listas de distribución oficiales para comunicarse con los
distintos niveles de representación.
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Envío de censos actualizados de representantes a cada delegación y centro.
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Consolidación de un tejido que pasa de estar prácticamente paralizado a convertirse
en una red viva y coordinada por campus y titulaciones.
Mentoría y acogida
De llegar solo a tener más de 1.100 asignaciones de mentoría.
El nuevo ingreso ya no se enfrenta en solitario a la universidad: existe un
programa de mentoría masivo y dispositivos de acogida que acompañan desde antes
de pisar el aula.
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Diseño y despliegue de un Programa de Mentoría con 878 solicitudes recibidas
en la última edición.
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Asignación de 727 personas con mentor y 683 que reciben exactamente el
número de mentorizados que habían pedido.
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Sumando acuerdos con facultades y centros (Ciencias, Padre Ossó, Química…) se alcanzan
1.134 asignaciones de mentoría (sin contar las de la EPI).
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Integración de la mentoría con grupos de WhatsApp por grado y con la presencia
en las Jornadas de Orientación y Jornadas de Acogida.
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Inversión inicial de unos 3.000 € en materiales y logística para que la
bienvenida sea visible y profesional.
La representación se organizaba casi siempre a base de urgencias: se respondía a
problemas concretos, pero sin una hoja de ruta escrita, sin indicadores de seguimiento
y sin compromiso formal de explicar qué se había conseguido al final del curso.
Existe un Plan Estratégico detallado, acordado y público, que marca prioridades,
objetivos y criterios de evaluación. La relación con la Defensoría Universitaria y la
rendición de cuentas periódica convierten la representación en una tarea
planificada, medible y revisable.
La participación estudiantil dependía mucho de la voluntad del equipo de turno y de las
personas concretas: no había un documento de universidad que recogiese compromisos
claros en esta materia ni una referencia que se pudiese citar cuando algo fallaba.
El Plan de Participación Estudiantil está aprobado por Consejo de Gobierno y
maquetado como documento de referencia. Permite exigir que se cumplan las líneas
acordadas, y sirve de base para acuerdos posteriores con el Rectorado y con centros.
Las mejoras se negociaban caso a caso, sin un marco común: una reunión para grupos,
otra para becas, otra para webs… y a menudo se olvidaba lo acordado cuando cambiaba el
curso o el equipo de gobierno.
El acuerdo de 10 compromisos fija por escrito cuestiones clave (grupos docentes,
evaluación, webs, CIVE, Pasaporte Digital, Mesa del Estudiantado, ayudas…) y obliga a
darles seguimiento conjunto. Hay una lista clara de cosas a las que la Universidad
se ha comprometido con el estudiantado.
Muchas quejas se quedaban en correos sueltos o en comentarios en clase. No había una
visión de conjunto sobre qué problemas se repetían ni un mecanismo claro para que
alguien asumiese el seguimiento de las soluciones.
El Informe de 1.874 consultas pone números a lo que antes eran impresiones
dispersas, y la Mesa del Estudiantado se convierte en el espacio donde se traducen en
propuestas concretas. El Vicerrectorado asume formalmente el seguimiento de esas
propuestas y se fijan objetivos compartidos.
Había centros sin delegación, otros con estructuras muy débiles y Consejos de Campus
que podían reunirse sin presencia estudiantil, lo que dejaba a parte del alumnado sin
un cauce real para trasladar su voz.
Con el nuevo Reglamento de Delegados/as, la campaña coordinada de elecciones y la
reactivación de Consejos de Campus, la representación se extiende a prácticamente todos
los campus. Es más difícil que un problema de centro quede sin nadie que lo plantee en
los órganos correspondientes.
Localizar a la persona delegada o saber quién representaba a un grupo concreto podía ser
una odisea: correos personales, listados desactualizados y canales informales que se
perdían cuando cambiaba una promoción.
La existencia de correos institucionales, listas de distribución y censos
actualizados hace que sea mucho más sencillo contactar con la representación de cada
centro y grado. La red está normalizada digitalmente y es mucho más resistente a
los cambios de personas.
El estudiantado de nuevo ingreso llegaba a menudo sin saber a quién preguntar, con
dudas básicas sobre matrícula, horarios, servicios o vida universitaria, y sin un
acompañamiento estructurado más allá de lo que pudiera hacer alguna persona concreta.
El Programa de Mentoría, con más de 1.100 asignaciones, los grupos de WhatsApp por
grado y la presencia organizada en Jornadas de Orientación y de Acogida hacen que la
entrada en la Universidad esté mucho más acompañada, informada y cuidada que hace
unos años.